Y era algo tan inimaginable que te pasas un minuto estupefacto y parado, con un imperceptible <<oh!>> que uno no ha podido contener.
Y nada además, para nosotros los europeos, nada contribuye tanto a la melancolía de estas regiones como la brusca caída de sus noches.
Y el espanto melancólico que me invade por sentirme aquí tan extranjero lo reconozco por haberlo sentido ya en tantos otros lugares del mundo: espanto por ser incapaz de comprender las concepciones de estas gentes sobre la divinidad y sobre la muerte.
Y mi mirada de adiós, a todo aquello que nunca volveré a ver, me dejará una imagen más inolvidable. Los oros siguen brillando.
“Pagodas de oro”
Pier Loti